Mi vida como ladrón
Un testimonio
Pedro Palomar es un ladrón a la antigua, un ladrón de guante blanco que está terminando de cumplir su condena en la cárcel de Olmos. Nunca mató a nadie ni puso en riesgo vidas ajenas; fue un asaltante y un estafador, un hombre que se repetía "No nací para ser pobre" y entonces pergeñaba el próximo golpe.
Contenido
Este libro cuenta en primera persona la increíble historia de este personaje: apenas nació, fue entregado a una familia de gauchos de los Esteros del Iberá, en Corrientes.
Seis años después, su madre lo fue a buscar y se lo llevó.
Pedro ni siquiera era Pedro y tampoco tenía apellido; era simplemente el Peti. Nunca nadie le había contado su historia.
A los 7 años, en un viaje en tren a Buenos Aires se desprende de su madre y se pierde en los andenes de Retiro para terminar en los túneles de la línea C del subterráneo.
Sin saberlo, había iniciado un camino que marcaría su vida para siempre: el camino hacia un mundo tortuoso, el comienzo del laberinto.
Solo, semidesnudo y sin pronunciar más que un puñado de palabras en castellano, pronto se convirtió en un chico de la calle.
Después se hizo ladrón, antisocial por decisión, pero con códigos muy estrictos.
Pasó treinta de sus cincuenta y tantos años en casi todas las cárceles de la Argentina y participó en innumerables historias de estafas y asaltos.
Hoy quiere ser escritor, le preocupa el lenguaje y dice que la cultura es la salvación de las personas.
A Palomar no lo doblegaron las palizas ni las sesiones de tortura a las que fue sometido.
Sorprendentemente, ha conservado la frescura y cierta picardía: el testimonio que nos brinda este personaje inteligente y original es una narración ágil, entretenida, nada densa, del último ladrón romántico.
Acerca del autor
No hay fecha, ni lugar ni identidad precisas, pero todo hace suponer que Pedro Antonio Palomar, o Pedro Palomares, nació en Loreto, provincia de Corrientes, hace unos 55 años.
Así de profundo es el misterio que envuelve la vida de este hombre que, abandonado por su madre, fue criado hasta los cinco o seis años por una familia de isleños de los Esteros del Iberá.
Hasta que un buen día la madre decidió recuperarlo y se lo llevó a vivir a Buenos Aires.
El tren los dejó en Retiro y fue en esa estación donde Pedro se perdió.
La ciudad lo devoró para convertirlo en un chico de la calle primero, y en ladrón después.
Si la calle lo obligó a desarrollar un monumental sentido de supervivencia, un grupo de monjas de un convento de la Recoleta le enseñó que se puede sobrevivir respetando la vida.
Nunca pudo dejar de robar y de estafar, lo que lo llevó a pasar más de treinta años de prisión en casi todas las cárceles del país.
Sin embargo, ninguna de sus condenas fue por actos violentos, ni por asesinatos, ni secuestros, ni violaciones.
Jamás disparó un tiro contra nadie. No lo exculpa, pero, como dice Pedro, tampoco lo convierte en un "sátrapa".
«Fui un ladrón con códigos, a la antigua, un romántico».
Ficha Técnica
© 2008 Editorial Planeta.