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Se trata de manipular los instrumentos fijando la
atención en la pantalla mientras se tiene a un costado
la dimensión real del estar vivo o estar muerto y que todo
dependa de esa imagen, de la certeza de esa imagen...
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El juego de las apariencias
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Por eso, ese torbellino de gentes, de lugares, de mercosures y guerras
separatistas, de cientos de muertos, de peregrinos a la Meca, de vacas
sagradas y niños hambrientos, de cumbres de los ocho, de los doce, de
los veinte, de caídas de bolsas y subidas de niveles de contaminación,
de greenpeaces y de barcos con plutonio, se vuelve huecamente imagen.
Se vuelve como algo simulado para nosotros - que como dice el estribillo -
lo miramos por TV. Tanto más lo vemos en la pantalla, tanto más existe,
y lo que no se ha vuelto imagen corre el peligro de no ser nunca o
sumirnos en una búsqueda a lo Dotta de una identidad incompleta.
La celeridad y el tráfico de la información ahuecan el contenido de la
realidad. No es mentira todo lo que nos devuelve este espejo electrónico.
No corremos el riesgo de creer que nos invaden los marcianos de Wells, a
lo más, algunos creerán que el alunizaje fue un aterrizaje. Pero lo
maquiavélico de este tráfico es que en algun momento comenzamos a ver
todo como un algo simulado: la guerra del Golfo en capítulos, el caso
Simpson, el sitio a los chechenos y la suerte de los animales ezquisofrénicos
de los zoológicos españoles.
"El juego de las apariencias" 1994, mixta/arpillera (90 x 100 cm)
Richard López
Todo se vuelve un juego de apariencias.
No se trata de jugar con Achugar a hacer zapping y creerse a
salvo de esta especie de realidad virtual construyendo nuestra
propia historia...de éxitos y fracasos. Peor es que los medios
vuelvan interactivos a los agentes performativos, que cada
cosa que supone colocar un valor en el mundo juegue a la comedia
mediocre del "usted decide".
No se trata de tirar la pantalla por la ventana de un hotel y creerse
libre del embrujo. Se trata de un juego.
Se trata de saberse suicidado con las teles y seguir allí, firme. Se
trata de manipular los instrumentos fijando la atención en la pantalla
mientras se tiene a un costado la dimensión real del estar vivo o estar
muerto y que todo dependa de esa imagen, de la certeza de esa imagen. Se
trata de quedar anclado y dejarse anclar a un sillón mientras los ojos
recorren el mundo. Cuántos muertos puedo contar hoy? Cuántos lugares
nuevos me mostrarán las cámaras? Cómo podré vivir sin saber la cotización
del oro en Londres y el índice Nikei? Cómo puedo escapar a esa libertad
de estar conectado siempre?
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