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Eterno Nijinsky (página 2)
Y como era absolutamente imposible mantenerse al margen de las corrientes de vanguardia estando
al lado del empresario ruso, Vaslav se encontró de pronto inmerso en el maremagnum
de los más importantes artistas de París, que encontraron en el joven una nueva
fuente de inspiración.
Como intérprete, Nijinsky nos dejó el legado de quien ha sido uno de los más versátiles
bailarines del momento, y quizás de la historia: Albrecht, el príncipe eternamente enamorado de
Giselle, fue tan sólo uno de los grandes roles clásicos que interpretó durante sus apariciones con
el Ballet del Teatro Marinsky; acaso los personajes creados para él por el coreógrafo Mikhail
Fokine fueron los más aclamados por crítica y público, dado que enfatizaban las cualidades que
distinguía al bailarín del resto de sus coetáneos; de hecho, él creó once de los dieciséis ballets
coreografiados para Vaslav en los Ballets Rusos (Le Pavillon d’Armide, Schéhézade, Cléopâtre,
Les Sylphides, Carnaval, Les Orientales, Le Dieu Bleu, Narcisse, Daphnis et Chloé, Le Spectre
de la rose y Pétrouchka).
Escultura en bronce verde pulido de Malvina Hoffman (1887-1966) de
Vaslav Nijinsky en "L'Apres-midi d'un faune" 43,8 cm. San Antonio, Texas.
© Tobin Collection of Theatre Arts, The McNay Art Museum.
Le Spectre de la rose, creado sobre la Invitación a la Danza, del compositor Carl Maria von Weber, recreaba la escena de una joven a su regreso de un baile que, exhausta y tras aspirar el perfume de la rosa que trajo consigo, cae adormecida y en su sopor, el espíritu de la flor entra por la ventana para bailar con ella; al despertar, la criatura ha desaparecido, pero el perfume de la rosa permanece allí. La interpretación de Nijinsky junto a la genial Tamara Karsavina, enloqueció a los círculos artísticos de París, que descubrieron el espectacular cuerpo atlético de Vaslav enfundado en un maravilloso diseño de Baskt que añadía ambiguedad a la ya intrínseca falta de virilidad del bailarín – algo que Fokine supo exprimir al máximo –.
La magia con que aparecía en la escena saltando a través de la ventana será siempre el
distintivo de la extraordinaria transformación que experimentaba al pisar el escenario, casi una
metamorfosis de tipo místico.
Pero además de su innegable talento como bailarín, Nijinsky demostró sus magníficas
cualidades como coreógrafo en cuatro creaciones: L’Après-midi d’un faune (1912) y Jeux (1913)
ambas sobre partituras de Claude Debussy, Le Sacre du printemps, del mismo año, con música
de Igor Stravinsky, y Till Eulenspiegel, con una composición de Richard Strauss.
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