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En busca del destino (página 3)
En todo ello habrá una mujer cómplice, aliada la chica inquieta y solidaria que se verá
seducida por un diferente (la cada día más actriz Anna Paquin) que ofrece un discurso
distinto al cotidiano. Un discurso dichoso en el fluir de las palabras y que, de alguna
manera, es la primera realidad de la última realidad que son sus textos escritos en la
soledad de su buhardilla.
Van Sant aplica un sistema de rodaje donde se identifica su formidable destreza para construir secuencias y ambientes, humores y temblores en esos personajes (ese Forrester el austrofóbico y solitario y ese jovencito hinchado de palabras y de necesidad de ser en la comarca y en el mundo) a la luz precisamente de sus claroscuros personales, íntimos, que se irán confesando a medida que transcurre el relato. Construcción de imágenes profundas y emotivas en su desenvoltura, todo ello matizado por la banda sonora -como ya quedó expecificado líneas arriba- y por un guión de parlamentos por momentos entrañables y humanistas, nunca concesivos, siempre de una nobleza impar como los propios personajes a los que vida.
Gus San Sant demuestra que su talento está intacto y que su manera de filmar, de detener
gestos en una pantalla, de rodear a las palabras con objetos a medida son, en consecuencia, su
marca de autor. Merece verse.
Ver también: Finding Forrester
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