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Gus Van Sant aplica un sistema de rodaje donde se identifica su formidable destreza para construir
secuencias y ambientes, humores y temblores en esos personajes (ese Forrester el austrofóbico
y solitario y ese jovencito hinchado de palabras y de necesidad de ser en la comarca y en
el mundo) a la luz precisamente de sus claroscuros personales...
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Descubriendo a Forrester de Gus Van Sant
En busca del destino
por Raúl Forlán Lamarque / REALIDAD SEMANAL
Gus Van Sant, uno de los cineastas estadounidenses de los últimos años, regresa con
"Descubriendo a Forrester". La historia de otro adolescente superdotado, en este caso de
la comunidad negra, captura su atención para redondear un filme con momentos inspirados.
Destacada labor protagónica de Sean Connery, Rob Brown y Murray Abraham. Va en Hoyts
General Cinema.

Es evidente, desde el momento en que Hollywood tentó a Gus Van Sant, que ya no
gestará filmes de cuño independiente y de amplia respiración poética a la manera de sus
superlativos Drugstore Cowboy y sobre todo Mi mundo privado.
Todo posee un precio (su nivel de experimentación visual que se delataba en los citados
filmes ha quedado clausurado por la convivencia con el sistema hollywoodense), y quizás
sus admiradores puedan reclamarle a Van Sant su actual posición de la industria, pero sin
embargo su escritura cinematográfica siempre tendrá el subrayado del rigor, de una
minuciosa puntuación narrativa y por lo tanto temática, una calurosa o tensa
fundación de atmósferas y ambientes (según la secuencia) y un desarrollo de los personajes
absolutamente aprehensibles y carnales.

"Las cualidades vulnerables de Connery no han sido muy vistas," comenta Van Sant. "Aunque él interpreta a una figura autoritaria en la película, el drama de la historia sale a la luz cuando Jamal y Forrester se vuelven dependientes uno del otro. Ellos se necesitan. Sean no ha hecho cosas así para el cine. Él está mostrando una nueva faceta de sí mismo que sorprenderá a la gente."
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Gus Van Sant es de lo que conviven con la industria y, por cierto, aun cuando ha diezmado
su quehacer en términos de experimentación -lo que evidentemente provoca resultados
estrictamente formales si se quiere más convencionales-, no lo ha hecho en su delicosa
manera de colocar la cámara y dejarse arrastar (y de hecho fundar) historias de un
espesor que llama a la reflexión.
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